SLa Edad del Poder se desarrolla desde mediados del siglo XVIII (1751) hasta 1808, momento en que el gobierno español fundamentó su “poder”, “autoridad” y llevó a cabo el restablecimiento y expansión de la autoridad real. En 1808, los cambios en las instituciones, comercio, minería o la vida intelectual ya eran notables.
La Corona creó una serie de unidades administrativa: el Virreinato de la Plata, la Comandancia General de Provincias Internas y la organización de la Capitanía General de Venezuela, con seis gobernaciones que tendrían su centro en Caracas, son tres creaciones casi simultaneas que responden a una misma necesidad, la misma que se venía sintiendo desde principios de siglo, la de consolidar la dominación española sobre zonas antes relativamente marginales, pero que ahora suscitan la apetencia de otras naciones.
También cabe destacar la creación de la intendencia de Caracas y el establecimiento de la Capitanía General de Chile, separada del virreinato del Perú, que supone la culminación del proceso de creación de unidades administrativas en la América Hispánica.
Cabe destacar que uno de los proyectos reformistas más ambiciosos en relación con la administración ultramarina fue la introducción del sistema de intendencias. Esta fórmula administrativa consistía en eliminar los antiguos corregimientos y dividir los virreinatos en varias grandes provincias, al frente de cada una de las cuales se situaría un intendente, es decir, un funcionario bien remunerado español peninsular, designado directamente por la corona.
En el año 1778 se promulga el Reglamento y aranceles reales para el comercio libre de España a Indias que da vía libre a lo que se viene a conocer como Comercio Libre. Este nuevo sistema de libre comercio constituía tan solo una ampliación del monopolio con la mira situada en expulsar del tráfico a los extranjeros a cambio de abrirlo al conjunto de los peninsulares, se buscaba principalmente era devolverle a los territorios de Ultramar su carácter de colonia.
La recuperación financiera y la década de paz que sigue al Tratado de Aquisgrán (1748) y el de Portugal (1750), permite la implantación permanente del sistema de intendencias en España en 1749 y la firma del Concordato de 1753 (autoridad real sobre la Iglesia).
El “libre comercio interno del Imperio”, el crecimiento de la minería y el comercio así como una efectiva recaudación fiscal contribuyeron a un éxito financiero inmediato.
Se puede afirmar que, en 1808, la Edad del Poder había sido un éxito rotundo, a pesar de que en 1796 había estallado el conflicto con Inglaterra, cuyas consecuencias afectaron en mayor medida a la metrópoli, sin debilitar la administración interna de las colonias. Sin embargo, la limitación, por parte de la Corona, de la influencia directa o indirecta de las familias locales en el gobierno colonial despertó la irritación de los americanos.
Tras estos dos años, Carlos III se inicia en la conservación de la autoridad alcanzada e introduce el concepto de “igualdad” en sentido imperial, no local como pedían los criollos. A partir de ahora, se endurece la posición con respecto al nombramiento de criollos, nativos o no de la misma jurisdicción, para ocupar cargos en las audiencias.
Durante los siguientes treinta años existió un precario equilibrio. La guerra con Inglaterra o las rebeliones en Perú y Nueva Granada incidieron ello. Sin embargo, desde 1778 a 1808 la Corona consolidó su dominio sobre las cortes de justicia logrando la designación, ascendencia y vigilancia de los magistrados, así como en relación al matrimonio de éstos. Según su perspectiva, fue la edad de oro del poder sobre las altas cortes de justicia, en la que gobernó la burocracia de experiencia, se mantuvo la representación local dentro de ciertos límites y se aplicaron rigurosamente las restricciones matrimoniales a través del Montepío de Ministros. Todo ello provocó el crecimiento del descontento de los americanos, dada la insatisfacción de sus deseos.
En definitiva, el aumento del poder de la Corona se consigue por el sometimiento de las audiencias y otras instituciones coloniales, así como por el aumento de la recaudación de la real hacienda, la calidad de justicia y la administración pública.
Bibliografía.
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BURKHOLDER, M. y CHANDLER, D.S., De la impotencia a la autoridad. México: FCE, 1975.
CÉSPEDES DEL CASTILLO, Guillermo. América Hispánica (1492-1898). Barcelona: Labor, 1983.